jueves, 6 de septiembre de 2012

2. ¡Pero no bebas, idiota!

Leer el cuento
        ¡Vaya! Con lo que me costó meterme en la piel de una mujer, y me hicieron cambiar las tornas. Lo que había escrito tenía que convertirlo al sexo opuesto.

        Al final, iba a resultar más difícil escribir como hombre.

        Para desdramatizar el hecho de hacerse mayor (o para todo lo contrario), voy a pegar el video “Show me the way”, de Peter Frampton, grabado hace pocos años, en Maldonado esquina Príncipe de Vergara. Colaboran mis amigas Mari Puri y Florieta.





¡Pero no bebas, idiota!

        ¡Qué dolor de cabeza! Todavía me dura de anoche. Ahora mismo me tomo un nolotil, el gelocatil ya no me hace efecto. ¡Joder, que careto! Estoy horroroso. Vaya ojeras que tengo; y esas bolsas debajo de los ojos, cada día  más grandes. A mí, que me llamaban el Paul Newman de Atocha; que las mujeres se rendían a mis pies. En la oficina sé que me dicen Chu-lin, pero no por chuleta, sino por el famoso oso panda del zoo, por la mancha que tienen estos alrededor del ojo, aunque yo las tengo en los dos. Siempre que paso por el departamento de Rosa, la de contabilidad, escucho los comentarios tipo “¿has ido al zoo a ver al nuevo panda?, no hace falta, los tienes más cerca de lo que crees”; y esa risa tonta que tiene; claro que no puede tener la risa de otra forma; esa imbécil, que no creo que dedique más tiempo a comer que a mirarse al espejo; y eso que a comer debe dedicarle lo suyo.

        Debo tener cuidado al cerrar la puerta cuando salga, para no despertar a Pepa, que luego se queja de que se desvela. A las once y media debo llamarla para comprobar que no se ha quedado dormida.

        He quedado con Jesús para comer. Ayer me dijo que quería contarme los problemas que está teniendo en el trabajo. Que los años de servicio ya no se tienen en cuenta. Que ahora cualquier minifalda con los labios pintados de rojo consigue lo que se propone, o sea, trepar a costa de lo que sea; como si el Coco Chanel sacara un departamento adelante. Y Jesús, que es un poco calzonazos, se las traga dobladas y no es capaz de poner sus atributos encima de la mesa y demostrar quién es el que sabe. A mí todas estas barbis me iban a traer el café todas las mañanas. Ya sabe Jesús que yo no me ando con tonterías; seguro que espera algún buen consejo que le pueda regalar, como he hecho en tantas ocasiones; como cuando salíamos por la noche de copas y quería tirarle los tejos a alguna chica, que después acababa liada conmigo.

        Por fin las siete. Vaya día de trabajo; al menos me he divertido comiendo con Jesús, que sigue siendo tan gracioso, aunque la edad le va haciendo más pringadillo. Ahora voy corriendo al supermercado; menos mal que he encargado la compra por internet y sólo tengo que recogerla y llevarla a casa. Pepa no ha podido ir a comprar; como siempre, ha quedado con sus amigas, con esas brujas,  en ir a no sé qué reunión, a no sé qué curso o a no sé qué fiesta. Que eche una mano a Laura, me ha dicho, que mañana tiene examen de matemáticas, y yo tengo más paciencia para eso. ¡Ah!, y que haga la cena, que ella va a llegar tarde y quiere que los niños se acuesten pronto; y si quiero ponerme camisa limpia que recoja la ropa, de la colada que puse yo ayer, y la planche.

        Son las once y veinte; he repasado con Laura las ecuaciones de segundo grado. Laura... que con 13 años se encarga de su hermano Daniel casi como si fuera su madre, hasta que llego yo, que le ayudo con la tarea, le baño y hago la cena para todos. He acostado a los niños, he recogido la ropa y la he planchado. He limpiado la casa, que estaba hecha un asco. Todavía no he cenado, esperando a Pepa. Suena el teléfono; me lo imagino; que se ha encontrado con no se qué amiga o amigo y que van a tomar algo por ahí, que hace mucho que no se ven; que vaya cenando y me acueste si quiero. Casi todos los días ocurre lo mismo; ni niños, ni casa y, por supuesto, ni marido. Esto ya no se parece en nada a lo que era. Ya me decía mi madre “Juan, que Pepa no se va a conformar con una vida así”; pero yo estaba ciego por ella; y lo sigo estando; y ella lo estaba por mí; o eso era lo que creía. Este filete está ya como una alpargata. Se me ha quitado el hambre; estoy deprimido; voy a tirarme en el sillón, aunque antes iré a por mi mejor compañía en los últimos tiempos.

        ¡Pero no bebas, idiota!



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